Comienzo la clase como cualquier otro día,
pero observo a “Gustavo” un poco distraído, normalmente es un niño activo,
participativo, enérgico. Pienso: ¿Qué hago?, ¿le llamo la atención?, ¿lo dejo
pasar porque estoy atrasada en las clases?, ¿le pregunto frente a todos qué es
lo que le sucede?, o peor ¿decido ignorar la situación?, total, me pagan para
educar, no para ser psicóloga o para solucionar problemas familiares.
Decido continuar la clase y sutilmente
acercármele diciéndole: Necesito que me haga un favor, quiero que vaya a llenar
esta botella con agua, esto con la intención de que salga del aula a respirar
un poco de aire, doy suficiente trabajo al resto del grupo y voy a esperarlo
fuera del salón, cuando vuelve, con voz suave le pregunto: Veo que está un poco
triste, ¿le pasa algo?, el levanta la cabeza con los ojos lagrimosos, en un
principio niega con la cabeza, pero luego con voz quebrada dice: “Extraño a mi
familia”, allí recuerdo que él fue separado de sus padres a temprana edad y que
ha vivido en hogar de acogida por lo menos por 6 años, decido escucharlo,
porque si bien no soy psicóloga, debo saber cómo enseñarle a expresarse, a
exteriorizar sus ideas, a desahogarse. La solución: Hablar con él un momento, me
confía aspectos de su vida que lo hacen sentir desahogado, le hago saber que
puede confiar en mí, que estoy para educarlo, apoyarlo y quererlo.
Cómo no hacerlo, no porque deba, si no
porque quiero, cada alumno es un mundo, lleno de alegrías, problemas,
tristezas, sueños, como puedo esperar que aprenda ecuaciones, fórmulas o
incluso que comprenda la suma, si dentro de su mente y corazón revolotea la
incertidumbre de no saber cuándo estará con su familia, si no tengo el anhelo
de verlos superados. Unas palabras, unos minutos, pueden marcar en ellos las
pautas necesarias para encontrar motivos para superarse, motivos para luchar.
Cada niño tiene diferentes necesidades en el
aprendizaje, conversando con ellos podemos descubrir la mejor forma de
enseñarles, no verlos como objetos, sino como entes activos, que sienten,
piensan y que son capaces de lograr lo que se proponen. Conversar con ellos les
dará la confianza, creerán en ellos mismos, se sentirán importantes y
procurarán hacer lo mejor posible sus actividades. Unos minutos dedicados a
ellos pueden marcarles la vida entera.
Creado Por la Profesora Belén del Calmen Berganza de Canizalez